“Los selfies se borran, pero mis fotos quedan”: Vicente Condori, el fotógrafo que desafía a la modernidad

En un mundo dominado por los selfies y las pantallas, Vicente sigue creyendo en el poder de una imagen impresa, un arte que ha practicado desde su juventud y que resiste el paso del tiempo.

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Sus fotografías son más que imágenes; son un reflejo de la belleza interior de las personas que encuentra en su camino. Vicente Condori, un hombre que ha vivido las grandes tragedias de su tiempo, como el devastador terremoto de 8.4 grados y el posterior tsunami del 23 de junio de 2001, ha dedicado su vida a retratar lo que otros quizás no ven. “Desde hace 60 años, he capturado al Tuturutu”, comenta con una sonrisa, mientras ajusta su cámara, fiel compañera desde siempre.

A través de su lente, Vicente observa el mundo de una manera única, enfocándose no solo en lo que es visible, sino en la esencia misma de quienes pasan frente a él. Como uno de los últimos fotógrafos independientes en la Plaza de Armas de Arequipa, lucha no solo contra la invasión de los selfies, sino también por preservar una forma de arte que parece desvanecerse. “Una foto impresa nunca será reemplazada por una digital. Los selfies se borran, pero una imagen salida de mi lente permanece para siempre”, afirma con convicción.

Este maestro del lente comenzó a capturar momentos cuando tenía apenas 18 años, en los tiempos en que Fernando Belaunde Terry asumía la presidencia del Perú y se celebraban las primeras elecciones municipales. Hoy, Vicente se aferra a la Plaza de Armas, su segundo hogar, donde espera seguir hasta su último suspiro, siempre al lado de Adriana, su esposa y madre de sus cinco hijos.

“Desde el primer día supe que me casaría con él», cuenta Adriana, con una sonrisa que ilumina su rostro. «Siempre fue un hombre trabajador, serio, diferente de los demás. No era como los otros muchachos de entonces, siempre pensaba en nuestra familia”, recuerda mientras abraza tiernamente a Vicente.

Don Vicente es uno de los últimos guardianes de un arte en extinción en el centro histórico. En otra época, recuerda, eran más de 70 fotógrafos en la Plaza, pero el paso del tiempo, la tecnología y las modas los han reducido a tan solo 10. Aun así, Vicente sigue comprometido con su oficio, sosteniendo su cámara y acompañado de su compañera de vida, Adriana, porque para él, cada clic es una forma de eternidad.

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