
José Neyra, alcalde del pequeño distrito de Cahuacho, en la provincia arequipeña de Caravelí, vive desde hace más de un año bajo la sombra del miedo. No se trata de una amenaza abstracta, sino de un hostigamiento tangible: camionetas con lunas polarizadas lo siguen, hombres armados merodean su entorno y la minería informal avanza sin freno, devorando poco a poco la paz de su pueblo, donde el oro parece hablar más fuerte que la ley.