En el corazón de Arequipa, una ciudad donde la historia y la modernidad coexisten, se encuentra don Alipio Otazú Zapana, un hombre de 73 años que ha dedicado toda su vida al arte de la herrería. Desde que tenía apenas 7 años, este maestro herrero ha forjado no solo metales, sino también un legado que perdura en el tiempo.
Don Alipio recuerda con nostalgia sus primeros pasos en el oficio, aprendiendo de su padre, un hombre que con pasión moldeaba el hierro en su taller. “Íbamos a las calles a vender lo que hacíamos. Cada pieza era una historia, un esfuerzo”, cuenta con una sonrisa que refleja su humildad y la satisfacción de un trabajo bien hecho. A lo largo de más de cinco décadas, ha dedicado su vida a este arte, creando piezas únicas que han adornado tanto hogar.
Desde 2011, don Alipio ha pasado a ser también docente en la Escuela Taller Arequipa, donde comparte su vasta experiencia y amor por la herrería con una nueva generación de artistas. Sus alumnos lo adoran; para ellos, él no es solo un maestro, sino una figura paternal que les enseña no solo las técnicas del oficio, sino también la importancia de la tradición y la perseverancia. “La herrería es más que un trabajo; es una forma de vida”, afirma con determinación.
Sin embargo, don Alipio es consciente de que su arte está en peligro de extinción. “La tecnología avanza y muchos jóvenes prefieren el trabajo en computadoras. La herrería está desapareciendo, y eso me duele”, confiesa con tristeza. A pesar de esta realidad, él se mantiene firme en su compromiso de preservar esta tradición, trabajando cada día en su taller y enseñando a sus alumnos el valor de las manos que moldean el metal.
Hoy, en un evento que celebra el arte y la tradición, don Alipio participó en la IX Edición de Fierro y Forjado por las fiestas de Arequipa, donde su obra “Romería de Chapi” fue reconocida, alcanzando el segundo lugar entre los mejores artesanos de la región. Su pieza, un homenaje a la devoción y la cultura arequipeña, es un reflejo de su vida: uniendo el pasado y el presente con cada golpe de martillo.
“Cada vez que forjo algo, siento que estoy contando una historia”, dice don Alipio, sus ojos brillando con la pasión de un verdadero artista. A pesar de los desafíos, su espíritu sigue intacto. Como padre de tres hijos, su mayor deseo es que la tradición de la herrería no solo sobreviva, sino que florezca en las manos de aquellos que él ha inspirado.
En su corazón, sabe que mientras haya un estudiante que desee aprender, su legado vivirá.