
“Mañana, cuando yo me vaya, mañana yo me aleje, solamente quedarán recuerdos de todos los momentos vividos”, entonaba con dulzura y alma Dina Llallerco, la voz que dio vida a Fragancias de Chumbivilcas y que se convirtió en un emblema de la huaylia, ese canto andino que vibra entre la alegría y la nostalgia.
Dina no solo cantaba: transmitía emociones profundas, escondidas entre versos festivos. En cada escenario, pedía al público disfrutar el presente, porque el futuro —lo decía con una sonrisa— siempre era incierto. Nadie imaginó que esa certeza cobraría un doloroso sentido la mañana del sábado 7 de junio.
Ella, junto con los integrantes de su agrupación, partió desde Arequipa rumbo a Chalhuahuacho, en Apurímac, sin saber que aquel viaje marcaría el final de su camino. La minivan en la que se trasladaban se despistó en el kilómetro 40 de la vía Espinar–Condoroma. Dina falleció en el lugar. Su primo y animador del grupo, Fredy Llallerco, partió poco después, en el trayecto hacia el hospital. El resto del grupo resultó herido.
La noticia fue un golpe silencioso y hondo para la comunidad cusqueña, y para todos aquellos que alguna vez bailaron o lloraron con las melodías que Dina interpretaba. Porque su voz no era solo canto: era memoria, era identidad, era raíz. Por eso, su partida duele en lo más profundo del corazón andino.
Este 10 de junio, entre notas musicales, pétalos y abrazos que no alcanzaban a contener el dolor, cientos de personas se reunieron en el cementerio de Ciudad Municipal, en el extremo norte de Arequipa. Allí le dieron el último adiós, rodeada del amor de su pareja, familiares y de sus compañeros de escenario, de su pueblo entero.
Y aunque Dina ya no camine entre nosotros, su voz seguirá viva en cada eco de montaña, en cada fiesta popular, en cada corazón que no la olvida. Porque hay estrellas que no necesitan cielo para seguir brillando.